Este cuadro es una pieza de estilo abstracto que transmite serenidad y cierta melancolía.
Predominan los tonos grises y blancos en la parte superior e inferior, creando la sensación de niebla, nubes o incluso un paisaje nevado. En el centro, una franja en matices púrpura y violeta rompe con la neutralidad del resto de la obra, aportando contraste y profundidad. Las pinceladas parecen aplicadas con textura, algunas arrastradas y otras más gestuales, con gotas y líneas blancas que sugieren movimiento, como si fueran destellos de luz o reflejos en el agua.
El conjunto puede evocar un horizonte difuso, como un mar embravecido bajo un cielo nublado con una franja de luz púrpura al fondo, o simplemente un espacio emocional donde los colores hablan más que las formas.
